La dirección espiritual
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La dirección espiritual
La dirección espiritual es la asistencia o ayuda positiva que una persona recibe de otra que está especialmente calificada, por educación, experiencia y santidad personal, para discernir la voluntad de Dios y la práctica de las virtudes Cristianas. La dirección tiene como criterio la verdad revelada por Dios a la Iglesia Católica. El proceso de dirección busca la aplicación de esta verdad a la vida personal contando siempre con la asistencia del Espíritu Santo, quién es el principal director de las almas.
La dirección espiritual debe partir de una búsqueda voluntaria de quién se compromete a progresar en la unión con Dios. La Iglesia, por su larga experiencia, reconoce la necesidad de la dirección espiritual ya que, como consecuencia del pecado, el hombre se confunde con facilidad, arrastrado por sus pasiones y con facilidad llega a justificar sus errores. El director espiritual, nos ayuda a ser objetivos, separándonos de los apegos que ciegan al alma, para poder ver con claridad la verdad aunque no nos guste.
Tanto el director como el dirigido deben comprometerse a:
1 -Alimentar sus almas con la participación frecuente en los sacramentos.
2 -Buscar activamente la guía del Espíritu Santo a través de la oración.
3 -Guiarse por la revelación divina confiada al magisterio de la Iglesia Católica.
4 -Buscar la verdad cueste lo que cueste.
5 -Renunciar tanto a sus propios intereses como a los criterios del mundo sobre lo que es aceptable (el camino ancho que lleva a la perdición).
La dirección espiritual no reemplaza la búsqueda personal de la verdad sino que la apoya aportando sabiduría y conocimiento para hacer decisiones con mayor fundamento. Quién recibe la dirección espiritual es responsable de aprovechar los consejos y discernirlos en su propia oración escuchando la voz de Dios en su conciencia. Este proceso le capacitará para conducirse por la vía mas segura según la voluntad de Dios.
Dios bendice la humildad de quien busca dirección haciéndole progresar con mayor rapidez.
– Padre Jordi Rivero
Tomado de http://www.corazones.org/diccionario/direccion_espiritual.htm
Escribe un experto: “Conviene que conozcas esta doctrina segura: el espíritu propio es mal consejero, mal piloto, para dirigir el alma en las borrascas y tempestades, entre los escollos de la vida interior. Por eso es Voluntad de Dios que la dirección de la nave la lleve un Maestro, para que, con su luz y conocimiento, nos conduzca a puerto seguro”. (J. Escrivá de Balaguer, Camino, n. 59.).
“El hombre, llamado a la bienaventuranza, pero herido por el pecado, necesita la salvación de Dios. La ayuda divina le viene en Cristo por la ley que lo dirige y en la gracia que lo sostiene” (Catecismo de la Iglesia Católica, núm. 1949). La Ley nueva es ley de amor, de gracia y de libertad. Dios escribió en las tablas de la Ley lo que los hombres no leían en sus corazones (San Agustín, Sal. 57,1).
La libre iniciativa de Dios exige la respuesta libre del hombre, porque Dios creó al hombre a su imagen concediéndole, con la libertad, el poder de conocerle y amarle. El alma sólo libremente entra en la comunión del amor (CDC 2002).
Las virtudes que se han de ejercitar en la dirección espiritual son, fundamentalmente, la sinceridad, la humildad y la docilidad. Hemos de decirlo todo, sino el camino se enreda. Tener unidad de vida implica querer que nos conozcan. Hablar de fe, pureza, oración, penitencia, apostolado, desprendimiento, trabajo, estudio, cumplimiento del deber, caridad, amor a la Cruz, sobriedad, posibles resentimientos…
Todo el arte de la dirección espiritual está en lograr que el alma quiera identificarse con Jesucristo. Ser santo es ser otro Cristo. A veces no entendemos las directrices que nos facilitan porque no nos han explicado su relación con ser como Cristo. No se trata de cumplir una serie de ritos, sino de corresponder a un amor eterno. Si no se quiere ser Cristo, todo resulta incómodo.
La dirección espiritual lleva a que la persona comprenda qué supone la fidelidad en su vida diaria. ¿Qué es fidelidad? un proceso ascendente para enamorarse más y más de Dios, por medio de la acción del Espíritu Santo. El amor es creciente, sino, no se puede hablar de fidelidad. Dios nos pide un amor total, exclusivo, pero no excluyente, y unificado.
Amor total es amar a Dios sobre todas las cosas, y amarle “con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente” (Mateo 22, 37; cf Deuteronomio 6,5). Dios nos amó primero. El ser humano tiende a dividirse; en la dirección espiritual se le ayuda a buscar a Dios en todo, a dejar que la gracia penetre en todas las esferas de la vida.